jueves, 27 de enero de 2011

Entrevista con Camilla Feibelman


Naturaleza, pan y belleza: entrevista con Camilla Feibelman
por Marta Aponte Alsina y Frank Vélez Quiñones
(Publicada en Prensa Comunitaria)

Un sol ardiente adorna el portal cibernético del estado de Nuevo México. Para fomentar el turismo se destacan los contrastes naturales, desde montañas nevadas hasta desiertos de arenas blancas y desiertos rosados, cavernas, mesetas y cañones. Esa belleza pintoresca atrajo a artistas como Georgia O'Keefe, Bruce Nauman y D. H. Lawrence, el autor de Lady Chatterley´s Lover. Bajo el influjo del paisaje y la seducción de creencias ancestrales se han establecido en Nuevo México colonias de escritores, así como comunidades new age de “místicos” adinerados; bajo el signo de la belleza y el deseo, sigue vivo el arte de los Navajo y los Zuni Pueblo.

Con una extensión de 121, 412 millas cuadradas y 1, 984, 356 habitantes, la densidad poblacional del estado es muy baja. Cuarenta y cinco por ciento de los residentes se clasifican como “hispanics”. La frontera colindante con los estados mexicanos de Chihuahua y Sonora promueve el ir y venir de lenguas y prácticas culturales y el recuerdo de leyendas como la de los colonizadores españoles sedientos de oro que dieron crédito al espejismo de las Siete Ciudades Doradas de Cibola.

En Albuquerque, la ciudad más poblada de Nuevo México (521,999 habitantes) nació Camilla Feibelman, coordinadora del capítulo puertorriqueño del Sierra Club. El papá de Camilla es físico de profesión y especialista en estudios del agua. Su mamá dirige una organización sin fines de lucro para personas mayores de bajos recursos. Su hermano es artista gráfico. Ciencia, arte y activismo ambiental han sido temas comunes en los afectos, estudios y vida profesional de Camilla Feibelman. Cuando le pregunto qué le gustaría hacer si no hiciera lo que hace, no lo duda mucho:

-Guardabosques.

-¿No es un trabajo aburrido?

-Nada de eso. Tienes que reparar veredas, organizar excursiones para niños. Pero a fin de cuentas soy activista, esta es mi carrera.

-¿Dónde perfeccionaste el español?

-Estudié español desde la escuela elemental. Luego viví en Perú un año y ahí lo “grabé”.

-¿Eres un poco nómada?

-Nací en la misma casa donde me gradué de escuela superior. Luego he vivido en Nueva York, Perú, San Francisco, Providence y Washington DC. Seis lugares en doce años. Pero llevo seis años viviendo en Puerto Rico, en el mismo sitio.

En el Sierra Club de Washington DC era la oficial de enlace con los medios hispanos de comunicación en Estados Unidos. Allí conoció a tres estudiantes de la Universidad Metropolitana interesados en formar un capítulo del Sierra Club en Puerto Rico. El mismo se dedicaría primordialmente a la conservación del Corredor Ecológico del Noreste (CEN). Camilla se mudó a la isla para colaborar en la fundación y consolidación del organismo. En 2005 se fundó el capítulo de Puerto Rico, que ahora preside el señor Ángel Sosa, con la participación destacada de ambientalistas puertorriqueños. El Sierra Club tiene 64 capítulos en Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico y cerca de un millón de miembros voluntarios y participantes. Su junta de directores aprobó una resolución en defensa de la conservación permanente del CEN, al que brinda su respaldo constante.

-Contamos con un sinnúmero de recursos de medios, de abogados. Hemos podido llevar el tema a una audiencia más amplia. Cada miembro de la Coalición pro CEN hace su aportación: la Asociación de Comerciantes y Profesionales de Fajardo, la Asociación de Pescadores a nivel isla, muchas organizaciones que tienen cada una algo que aportar.

La Coalición pro CEN propuso que el área se protegiera como reserva natural. Tras múltiples obstáculos, la reserva se formalizó con la firma en 2008 de una orden ejecutiva por Aníbal Acevedo Vilá. La orden fue rescindida en 2009 por Luis Fortuño Burset. El actual plan de manejo, según el Sierra Club, “ha cortado el corredor como si fuera un bizcocho” para beneficiar a desarrolladores que financiaron la campaña política de Fortuño. En este momento se citan vistas públicas en torno a dicho plan de manejo, mientras el Sierra Club y la Coalición pro CEN han demandado al gobierno en los tribunales de primera instancia.

-El plan crea una serie de huecos dentro de lo que es el corredor, fragmentándolo –dice Camilla. Esos huequitos coinciden con proyectos propuestos y actuales. Por una parte fragmentan el corredor y por otra pretenden que lo están expandiendo entre el corredor y el Yunque, cambiando una serie de zonificaciones de agricultura y bosques, pero en ciertas áreas convierten zonificaciones de agricultura a uso mixto, para permitir proyectos pendientes de aprobación. El Servicio Forestal ya ha demostrado que el 85% de los casos alrededor de El Yunque no cumplen con los requisitos de zonificación.

-En la situación actual, ¿hay formas de dejarse oír, de resistir?

-Hay un proceso que el Gobierno tiene que cumplir. Ahora es más fácil para los constructores. La nueva ley de permisos limita mucho la participación de la comunidad en los procesos de evaluación ambiental. Nos enfrentamos a una situación bien preocupante, donde las comunidades que normalmente han podido participar ahora no pueden. Pero, por otro lado, creo que es importante que la gente tome en serio la participación en esos procesos. Tenemos que dejar de en récord cuán fallido ha sido un proceso donde no se ha incluido al público de ninguna manera en la preparación de este nuevo plan. Es importante que el próximo 5 de febrero, en Fajardo, asista mucha gente; que participen, y dejen en récord sus planteamientos.

Es innegable la importancia del CEN como recurso para el turismo sustentable, el que cuida del ambiente, apoya directamente la economía de las comunidades trabajadoras y enriquece la sensibilidad de los ciudadanos. No obstante, esa no es la única aportación del Sierra Club. La ponencia que leyó Feibelman a nombre de la organización en las audiencias relacionadas con el status es un resumen más que alarmante de la degradación ambiental en la isla. Debería ser lectura obligada en las escuelas y para las organizaciones de la sociedad civil. El Sierra Club se distancia de la polémica del status, pero reconoce que el cuidado de los recursos naturales es determinante para el destino político que escojan los puertorriqueños.

Sobre su conocimiento del país esta “boricua in training”, como declaró en una entrevista con Radio Universidad, destaca su amor a la música y al baile, y el honor de haber participado por invitación en toques de bomba en Piñones. A propósito de la relación entre arte y naturaleza, recordamos una cita del escocés John Muir, fundador del Sierra Club: “Todos necesitamos la belleza tanto como el pan; espacios donde jugar y orar, donde la naturaleza sane, alegre y vigorice el cuerpo y el espíritu”.

Le pregunto a Camilla sobre sus lecturas.

-Estoy haciendo mis estudios de Planificación Urbana en la Universidad de Puerto Rico y todo mi tiempo de lectura ha sido dominado en los últimos años por la lectura académica. Pero en las noches, antes de dormir, tengo que leer, y tiene que ser ficción. Normalmente sólo logro cinco páginas antes de quedarme dormida, pero me encanta la ficción. Fui a Trinidad durante las navidades porque un amigo mío se casó y estoy leyendo A House for Mr. Biswas, para entender un poco mejor a Trinidad. Allá me di cuenta de que, aunque reconocen el valor literario de Naipaul, lo ven como un snob que no respeta a la gente local.

-¿Qué otra lectura te marcó?

- Walking with the Wind, de John Lewis, congresista de Georgia. Era el presidente del Student Nonviolent Coordinating Committee durante la época de los derechos civiles. Hicieron los primeros lunch counter sit ins para integrar las cafeterías de las tiendas Woolworth's y otros lugares. Mucha gente sabe de Martin Luther King pero no necesariamente de toda la gente que lo apoyó. Los estudiantes estaban liderando el camino. Ese grupo de estudiantes tenían un profesor que estudió las técnicas de no violencia de Gandhi. Regresó de la India e hizo talleres de no violencia con los estudiantes. Los muchachos iban a las cafeterías. Los racistas blancos los golpeaban y escupían y los estudiantes no reaccionaban. Todos esos incidentes se transmitieron por televisión y mucha gente se dio cuenta de la fuerza del prejuicio racial.

-Es impresionante cómo llegan de tan lejos las tradiciones de la cultura política y se van integrando a las luchas locales. Aquí también hay una tradición de lucha de las organizaciones comunitarias. ¿Qué han aportado? ¿Cómo se pueden utilizar en otros lugares? ¿Cómo se distingue o caracteriza esta tradición de lucha nuestra?

-Ha habido organizaciones locales que han podido lograr maravillas en diversas luchas: la gente de Cataño en su lucha con Palo Seco, la gente de Vieques, la gente de Casa Pueblo. Comunidades que han podido defender sus lugares, y otras organizaciones como Misión Industrial, que han apoyado a esas comunidades con adiestramiento y apoyo técnico. Lo que el Sierra Club aporta es un espacio para personas que no necesariamente están vinculadas con la lucha de una comunidad, pero los mueve el deseo de mejorar las cosas. Nuestro modelo de justicia ambiental es no entrar a una comunidad si no es por invitación. Por eso hemos trabajado con el corredor, porque hubo esa invitación.

-¿Qué visión tenías del Caribe y de Puerto Rico antes de venir y cómo ha cambiado?

-Yo sabía mucho de México, pero a diferencia de mi papá, que nació y se crió en Nueva York, no sabía mucho de Puerto Rico. Después fui a estudiar a Nueva York, Biología Ambiental, y aprendí más. Aunque en realidad lo que prevalece es la visión de West Side Story. Me sorprende que la gente que no ha visitado Puerto Rico no tiene idea de cuán amplia y diversa es esta sociedad. Es la tendencia que todo grupo tiene de hablar mal de otros grupos hasta que nos tomamos el tiempo de conocernos. Esa oportunidad la he tenido en Puerto Rico.

-¿Escribes, Camilla?

-Escribo, pero me cuesta admitirlo, porque no me gusta que lean lo que escribo. Poesía, pequeñas reflexiones en un diario. Mi trabajo requiere escribir comunicados y artículos.

-Me parece que cada vez hay menos personas de origen estadounidense en la isla, pero ha habido personajes importantes en las luchas progresistas del país. Pienso en Muna Lee, en Sarah Paige. Tú has sentido esa solidaridad. Además del ambiente que no tiene fronteras, también está esa comunidad de un país al que perteneces en tu vida diaria y el hecho de traer un bagaje, una cultura que te ayuda a ver las cosas con cierto distanciamiento. ¿Qué has aprendido, y qué has tratado de aportar?

-A veces vivir en un lugar donde no naciste o te criaste te permite cierta libertad de ver las cosas como son. No es que la gente local no las pueda ver, claro que pueden verlas, pero cuando se ha estado en un lugar durante mucho tiempo el cambio no es tan obvio. A veces tener ojos de afuera ayuda a traer diferentes ideas y perspectivas. Pero el de afuera tiene que tener cuidado de respetar la manera de hacer las cosas y el liderato local y su empoderamiento. Saul Alinsky decía que un organizador comunitario no debe ser de la comunidad donde él o ella trabajan, pues están sujetos a las normas internas, tabúes y restricciones que no permiten criticar el sistema. No siempre sucede, pero puede ser así. Puedo decir que muchos puertorriqueños en Estados Unidos han hecho grandes aportaciones, por ejemplo, Gloria Tristani, en Nuevo México. En resumen, si uno va a vivir en un lugar tiene que estar dispuesto a aportar, y esa ha sido mi actitud, además de servir como un puente entre el nuevo capítulo y la sede de la organización.

-¿Qué has recibido tú?

-Mucho interés y apoyo. Hemos llegado al punto en que mi reto mayor es cómo atender bien a todas las personas que quieren participar como voluntarios. Es un trabajo muy intenso. Tenemos muchos líderes activos que llevan a cabo excursiones y forman parte del comité ejecutivo local, estudiantes que ofrecen charlas, en fin, mucha actividad.

-Y has visto el crecimiento…

-Al principio teníamos 45 socios. Ya contamos con 1,300. Empezamos con cien personas en la base de datos y ya contamos con más de 25,000.

-Entonces esa apatía que a veces se menciona es relativa. Siempre será una minoría la que participe, pero en Puerto Rico hay un interés sustancial en las luchas ambientales y sociales.

-Sí, hay interés. No veo apatía, no la he visto. Los que no están activados es porque están ocupados, tratando de criar a sus hijos, tratando de satisfacer sus necesidades básicas. El problema realmente es que el gobierno no está escuchando. No les importa lo que opina la gente. Entiendo que haya diferencias, pero simplemente cerrar la oportunidad de participar y activar es feo.

-Y peligroso para la estabilidad social.

-Sí, no hay diálogo ni intercambio. Ante el nivel de problemas que hay en Puerto Rico con el desempleo y demás, para mí que el gobierno está desperdiciando su tiempo en tumbar la reserva del CEN, atrasando el proceso y cancelando vistas públicas. Obviamente no tienen el tiempo de atender bien el asunto. Entonces que nos dejen intentar desarrollar la visión que tenemos para el corredor, que es como destino complementario de El Yunque, que recibe un millón de personas anualmente. Así tienes la alternativa de una economía verde, que no requiere la destrucción del corredor.

-La vida de un activista ambiental tiene sus riesgos.

-Yo no los he experimentado. Me alegro de vivir en una sociedad como ésta diferente de la de Arizona, por ejemplo. Aquí siento que todavía, hasta el momento, hay espacio para disentir. Por el momento.

Ya al cierre de la entrevista, después de apagar la grabadora, volvemos a interrogar a la paciente Camilla con lo que pudo ser la pregunta inicial. ¿Qué anécdota de tu infancia te encaminó hacia tu vocación? Y Camilla nos contó una historia.

Camilla fundó un grupo ambiental en su escuela superior: Students for Environmental Action. Consiguieron fondos para hacer una siembra de cien árboles a tono con el ambiente, en la periferia de la escuela. Una mañana se encontraron con que alguien los había talado. Llamaron a la prensa. Nunca encontraron al culpable, pero la joven cobró conciencia de que “hay herramientas para denunciar las barbaridades que los humanos hacen. Ahí empezó mi activismo”.

En todos los paraísos asechan fuerzas destructoras. Los conquistadores alucinaron que las casas de adobe de los pueblos de Nuevo México estaban hechas de oro. En el desierto de Los Alamos, también en Nuevo México, se encuentran los laboratorios donde se diseñó y fabricó la primera bomba atómica. En Puerto Rico sólo la voluntad de los ciudadanos y ciudadanas conscientes será capaz de poner freno a la loca epidemia de violencia, corrupción y codicia que pretende arrasar la isla sin miramientos. Es ardua la batalla por el Corredor Ecológico del Noreste -que continúa con las vistas públicas del 5 de febrero en el Centro de Usos Múltiples de Fajardo- pero no podemos perderla.

miércoles, 5 de enero de 2011

El otro círculo de Praga



El narrador –dice Walter Benjamin– toma lo que cuenta de la experiencia propia o ajena, y lo convierte en experiencia propia de los que escuchan su historia.
Antonio Jiménez Morato



Hoy se cumple un mes de la muerte de Fernando Cros. Una oración como ésta sólo puede escribirse desde la distancia que la literatura otorga. El espacio de la literatura es parecido al de la muerte. Ambos dan forma a la vida, y le confieren cierta trascendencia. Las palabras son la marca del vacío. Donde están ellas falta lo que ellas designan. Creo que esa insuficiencia fue el tema obsesivo de Fernando. Su poesía bordea el abismo, la necesidad y el fracaso de nombrar.

Sin embargo, el Fernando que conocí era la antítesis de la melancolía: brillante, irónico, elocuente, rebosante de anécdotas que me contaba sabiendo que mi papel de escucha era callar, registrarlas y alguna vez, que es ya el presente, compartirlas. Sus memorias nunca fueron una relación de hechos. Evocaban una atmósfera irreal. Los personajes y acontecimientos más aburridos seducían cuando él los contaba.

Fernando y su esposa Deledda vivieron unos años en México. Varias tramas del anecdotario tienen como protagonista a un narrador: José Luis González. Una de ellas se da el lujo de incluir como personaje al excéntrico escritor jalisciense Juan José Arreola.

La historia de González y Arreola es el relato de un viaje y fue un regalo de viaje que Fernando me hizo. Creo que lo escarbó de la memoria y me lo regaló cuando lo visité en el hospital, en julio, y le comenté que tenía la ilusión de aprovechar un viaje a España para visitar Praga.

El cuento es más o menos el siguiente. Lo recobro empobrecido, sin el talento y la feroz ironía de mi amigo, pero recordando su voz entrañable.


En alguna ocasión José Luis González viajó con su familia a la antigua Checoslovaquia. Arreola se enteró del viaje y, antes de que José Luis partiera, le hizo un encargo. La petición era frecuente en otros tiempos; los viajes eran acontecimientos poco comunes y los viajeros se convertían en mensajeros entre mundos distantes y casi fabulosos en el imaginario de cada extremo. Tratándose de Arreola, el encargo no podía ser ordinario. Acorraló al viajero en ciernes y le dijo:

“José Luis, por lo que más quieras, visita el cementerio donde está enterrado Kafka y tráeme alguna piedrita que encuentres cerca de su tumba”.

“Claro que sí”, balbuceó José Luis, que si no recuerdo mal era gago, así que seguramente tartamudeó la respuesta. Pasó el tiempo –entonces las estancias se extendían hasta que maduraban como una fruta que cae del árbol por su propio peso–, y llegó el momento inevitable de abandonar Praga, esa ciudad que con tanto embeleso describen los que la conocen. José Luis y los suyos regresaron a México.

Un día González fue a visitar a su colega Arreola. Justo antes de tocar a la puerta recordó, golpeándose la frente, que había olvidado por completo la encomienda del otro, el regalo mínimo y a la vez precioso de una piedrita encontrada junto a la tumba de Kafka. José Luis, que además de escritor era hombre sensato, y para colmo materialista y espiritista a un tiempo, es decir, capaz de integrar el arte con la sociología, y el realismo social con el humor, recorrió el jardín de la casa de Arreola. Le llamó la atención una piedra pequeña. Esa piedra le dijo algo; si no, hubiera escogido otra. La guardó en el bolsillo del pantalón y tocó la puerta.

Entonces, cuando se abrió la puerta, tras el abrazo de rigor, le regaló a Arreola la piedra kafkiana sin que el dueño de la casa pareciera sospechar que provenía de su propio jardín.

Así terminaba el cuento, con el círculo perfecto de un abrazo y una piedrita enaltecida, que a partir de aquel momento se hizo visible y mágica, y nunca más fue pisoteada.

Primeros párrafos

Recuerdo cuando recibí el envío de mi sobrina. Leí su letra en una nota breve: quizás me interesaría conservar aquellas cartas. No pensé en ...